martes, 11 de marzo de 2014

House of Cards, el Juego de Tronos del presente

Un nuevo día ha llegado. Estaba deseando llegar a casa, soltar todas las cosas de cualquier forma encima de la cama y volver a subir las escaleras del desván. Ayer me quedé con ganas de más. El descubrimiento de este lugar, nuestro pequeño secreto, me ha abierto un mundo de posibilidades. Hay tantas cosas que investigar en el desván que no se por donde empezar: quizás podría empezar quitando la sábana que tapa lo que presupongo que es un alto y viejo armario; o quizás podría ver que hay en aquellas cajas que están apiladas en la esquina. Pero hay algo que me ha llamado la atención: es un póster...




Vale, no. Seguramente algunos habrán al ver ésto piensen en ciertos paralelismos (quizás buscados a propósito) entre esta imagen y el cartel promocional que todos recordamos de Juego de Tronos con Ned Stark sentado sobre el Trono de Hierro. Pero ni él es Ned Stark ni está sentado sobre el Trono de Hierro. La acción de House of Cards se centra en Washington D.C. y no en Desembarco del Rey, y su bastión es el Capitolio y no la Fortaleza Roja. Pero podéis estar seguros de una cosa: si el senador Francis Underwood fuese uno de los personajes de las novelas de George R.R. Martin, entonces Joffrey, Cersei, Danaerys, Stannis, Robb y compañía deberían echarse a temblar. Al final quien se terminaría sentando sobre el Trono de Hierro, más tarde o más temprano y tras acabar con todos sus rivales, sería él, el senador Francis Underwood. ¿Exageración? Pues ved el primer capítulo y ahí tendréis una pequeña muestra de cómo se las gasta el amigo.

Todo comienza en el día de la investidura del nuevo presidente de los EEUU, el demócrata Garrett Walker, el cual había prometido al senador Francis la secretaría de Estado. Sin embargo por cuestiones políticas esta promesa se rompe y el senador ve como sus aspiraciones se ven truncadas. ¿Creéis que nuestro protagonista arma el espectáculo y  le dice las cosas bien claras al presidente? ¿O por el contrario creéis que agacha la cabeza y acepta resignado la decisión de su presidente? Seguro que por como os he pintado la situación al principio ya sabéis la respuesta, ¿verdad? Pues ninguna de ambas posibilidades. Agacha la cabeza ante el presidente, sí, pero no es más que un espejismo, sabiduría política y de la vida misma: "pelea en las batallas que sabes que puedes ganar". A partir de ese momento las aspiraciones de Francis van a ir más allá de la secretaría de Estado. Su primer movimiento será cargarse políticamente al nuevo secretario de Estado, por supuesto sin que nadie sepa que él está detrás de todo. Después lo que hará será... bah, seguro que no queréis que os lo cuente, ¿a que ya os van entrando ganas de descubrirlo por vosotros mismos? Lo único que añadiré sobre la trama es: sexo, drogas, traiciones, manipulación, intriga, sorpresas... de todo ello y mucho más bebe House of Cards.

Y es que Francis Underwood es uno de esos antihéroes que al final todos adoramos y nos sorprendemos nosotros mismos al darnos cuenta de que queremos que salga victorioso en sus maquinaciones, aunque en el fondo sepamos que es un cabrón con todas las de la ley, nunca mejor dicho. Algo así como seguramente os haya pasado con ese asesino en serie llamado Dexter.
En estos tiempos de corrupción donde los políticos no pasan por sus mejores índices de popularidad, estoy seguro de que muchos de vosotros estaréis de acuerdo conmigo: ya que nos engañan y se ríen de nosotros en nuestra cara, al menos podrían hacerlo con la clase y la elegancia con la que la hace el senador.


Una de las novedades que utiliza House of Cards es que el protagonista habla con nosotros. Sí, lo que oís: mientras hace el papel de hombre fiel del presidente ante la Jefa del Gabinete de la Casa Blanca, en un momento de descuido el senador se dirigirá a nosotros, nos mirará, nos dirigirá su sonrisa irónica y nos mostrará su verdadera cara e intenciones. Puede que sea solo un gesto de desagrado o de satisfacción narcisista. Otras veces será una frase de esas lapidarias que deberíamos grabarnos en la frente, tatuarnos o enmarcar y colgar en nuestra habitación. Pero lo que consiguen con eso es que el espectador sienta una complicidad y cercanía con el protagonista que se convertirá en admiración (sí, sabemos que moralmente está mal admirar a un tipo así, no penséis mal, pero ¡ved un par de capítulos y luego me contáis!). 


Antes de que se me olvide os dejo por aquí algunas de esas frases de las que os he hablado antes: 
  •  Empezar de cero suena a “cero a la izquierda”, me gusta empezar de nuevo.
  • Lo que más ansia un mártir es una espada sobre la que caer, así que afilas la brillante hoja, la sujetas con el ángulo adecuado y: Tres, dos, uno… 
  • Si quieres poder y liderazgo, a veces tienes que actuar como un sinvergüenza.
  • Algunas veces la única manera de ganarte el respeto de tu superior, es desafiándolo.
  • Nunca he respetado a la gente que elige dinero sobre poder.
  • A un paso de la presidencia y ni un solo voto emitido con mi nombre. La democracia está sobrevalorada.
¿A que molan, eh?  
Podría continuar, por ejemplo, alabando las interpretaciones que hacen Kevin Spacey y su mujer en la ficción, Robin Wright, pero es que lo vais a ver vosotros mismos, así que no quiero desvelaros mucho más. House of Cards es una serie que os sorprenderá si le dais la oportunidad, es una serie donde lo importante son los diálogos y los gestos. Aquí no hay espadas, ni pistolas, ni puños (bueno, alguno sí que hay).Y una de las cosas más importantes para mí en una serie: cuando crees que ya sabes lo que va a pasar... ¡sorpresa!
¿Habrá quedado claro que recomiendo cien por cien ver esta serie?


Para terminar, y para rendir culto a la tradición de despediros con una canción (tradición que inauguramos ayer), ¿qué mejor que hacerlo con la intro de la serie? 


¡Espero que os guste!



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