jueves, 13 de marzo de 2014

Bienvenidos a la República Independiente de... ¡mi desván!

Uno, dos, tres... subo los escalones del desván casi sin darme cuenta un día más. Todo sigue tal y como lo dejé ayer. Era de esperar, pues aquí solo subo yo, es mi rincón, mi espacio, esa guarida que sólo conocen unos pocos.
¿Qué haré hoy? Miro hacia el viejo televisor y al mullido sillón que hay frente a él... pero no, llevo ya dos días entre series y películas, así que es hora de buscar algo más. Esta vez rebuscaré entre las cajas que hay apiladas en la esquina, a ver que encuentro. Lo primero que hago es empezar a colocarlas una a una en el suelo, ordenadas, pero... ¡Plaf!
Entre las cajas hay un periódico atrasado que se ha caído. Me agacho a recogerlo y su portada llama mi atención. 

"Greenpeace funda un nuevo país: República Glaciar"


Tengo que confesarlo: soy un fanático de la Geografía. Desde pequeño me sabía todos los países del mundo, sus capitales, sus banderas e incluso podía tararearte muchos himnos. El quesito azul del Trivial es el mío. Soy de esos bichos raros que cuando ve un mapa se fija en detalles tales como si Montenegro aparece ya separado de Serbia o si en Bolivia ponen a Sucre o La Paz como capital (si encontrase ya uno donde Sudán del Sur aparezca separado de Sudán, ¡ni me lo creería!) para saber si es un mapa actualizado.
Por eso supongo que no os extrañará que al ver ese titular rápidamente clickeara sobre la noticia, dispuesto a empaparme de los mapas, de la bandera, de la capital, el himno, y demás símbolos del nuevo país. Y rápidamente me desilusioné...

Me explicaré. Lo de fundar un nuevo país no ha sido más que una estrategia de marketing por parte de Greenpeace que, conscientes de que los titulares llamarían la atención, buscan un cambio en la legislación chilena (donde supuestamente se enclavaría nuestra nueva república). Al parecer en Chile existe una laguna legal que hace que las masas de hielo no se reconozcan como parte de su soberanía y, por lo tanto, tampoco existan iniciativas para su protección (cabe reseñar que el 82% de la superficie de glaciares sudamericanos se encuentran en Chile).

El caso es (porque tampoco quiero aburriros más explicando las reivindicaciones de Greenpeace, que os dejaré enlaces abajo por si el tema os interesa) que mi decepción llegó al ver que ni había capital, ni había mapa, ni nada: ¡habían jugado conmigo!
Pero gracias a esa noticia recordé algo sobre lo que leí hace años: las micronaciones, es decir, naciones autoproclamadas que carecen de reconocimiento de los gobiernos u organismos internacionales. Y es que los de IKEA no iban muy desencaminados con el eslogan que todos recordamos:


Y es que a lo largo del mundo, y quizás más cerca de lo que nos pensamos, existen multitud de casos que han hecho real ese lema. ¿Alguno ha oído hablar alguna vez del príncipe de Sealand? ¿O del Principado de Seborga? ¿De la República de las Rosas? ¿Y del Príncipe Leonardo I de Hutt River? Estoy seguro de que la mayoría no, ¿verdad? ¡Pues hoy no os acostaréis sin aprender algo nuevo!

La primera parada de nuestro viaje por estas curiosas "naciones" empieza por una pregunta: ¿qué hay  entre Francia y Reino Unido? Muchos me dirán ¡pues agua! Otros, un poco más formales dirían que el Canal de la Mancha. Los más ingenieriles contestarían que el Eurotunel. Todas son correctas, pero... ¿y si os dijera que entre Francia y Reino Unido se encuentra el Principado de Sealand? ¿Qué? ¿no me creéis? Pues aquí os lo presento:

Principado de Sealand. ¿A que mola?
Los más envidiosos dirán que no es más que una plataforma en medio del mar. En concreto es parte de la red de las Fortalezas Marinas Maunsell, situadas en aguas internacionales, utilizadas por Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial y abandonadas en 1956. En 1967 fue ocupada por Paddy Roy Bates la ocupó y se autoproclamó Príncipe de Sealand.
Como muchos habréis pensado al ver el "Principado", parece una broma, ¿no? Pues la broma tiene su constitución, emite su propia moneda y sellos, ha tenido golpes de estado y reconquistas con helicópteros militares incluidos e incluso el Primer Ministro británico dudó en ocupar por la fuerza a su vecino.

Si bajamos un poco hacia el sur, concretamente a la frontera entre Francia e Italia, nos encontramos con la localidad italiana de Seborga, con poco más de 350 habitantes, o como ellos se hacen llamar, el Principado de Seborga. ¿Sus argumentos? Que hasta 1729 fueron un principado independiente, que tras su compra por parte del Rey de Cerdeña nunca fue registrada, o que ni en el Congreso de Viena ni en la Reunificación Italiana se menciona a Seborga. Tienen su propia policía local, no existe comisaría de los carabinieri, y emiten su propia moneda.


Aquí el puesto fronterizo del principado


Casos parecidos entre ellos son los de la República de las Rosas y de la República de Minerva. La primera fue, de nuevo, una plataforma en el Adriático a pocos kilómetros de la costa italiana. Contaba con restaurantes, tiendas, una discoteca, entre otros. En 1968 adoptaron el esperanto como idioma oficial y declararon su independencia. Sin embargo los italianos no fueron tan comprensivos como los ingleses con Sealand, y tras clausurar los negocios, con inspector de hacienda incluido, la armada italiana se encargó de hacer desaparecer del mapa a la República de las Rosas.
El segundo caso, la República de Minerva fue el intento de un millonario de las Vegas de crear su propia nación construyendo su propia isla artificial, con barcos cargados de arena australiana y utilizando un arrecife en el Pacífico. Construyó un torreón, izó la bandera y declaró la independencia. Pero el invento poco duró: el avispado rey de Tonga (éste sí un país reconocido legalmente) reclamó la soberanía sobre la nueva isla y mandó al exilio al amigo americano (o minervés, según se mire).


La conquista de los tonganos


Ejemplos de micronaciones hay muchos, ¡muchísimos! En España teníamos el caso de la República Senatorial de Timeria, en tierras murcianas, hasta su disolución hace un par de años. Y en Australia existe Hutt River, con 75 kilómetros cuadrados de superficie, una monarquía constitucional con la que el estado australiano lleva lidiando 40 años, pero no encuentran la forma legal de suprimirlo. Según la ley australiana, al no responder pasados dos años la declaración de independencia, obtuvieron el estatus legal de facto. ¡Incluso cobran sus propios impuestos!


¡Qué majos los amigos de Timeria! Una pena su desaparición


Podría seguir y seguir, pero mi recomendación es, que si habéis encontrado interesante (o curioso cuanto menos) la entrada, investiguéis por vosotros mismos, por ejemplo aquí. Seguro que por lo menos una sonrisa se os dibujará en la cara.
Y como dije al principio, aquí os dejo el enlace de la República Glaciar de Greenpeace por si el tema os ha interesado: http://www.republicaglaciar.cl/

Y ahora que lo pienso... ¿por qué no? ¿Por qué mi desván no puede ser una nación independiente y libre? ¡Libre de madres cotillas y hermanos molestos! A mi nombre le quedaría fenomenal un "señor Presidente" delante, ¿verdad? Declaro ahora mismo ¡¡LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE MI DESVÁN!!
¿Me ayudáis con la bandera y todas esas cosas?

Y ahí va la música (Rich girls, de The Virgins) mientras organizamos todo lo que se nos viene encima. ¡Hasta la próxima!


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